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viernes, 15 de abril de 2011

LOS FUTUROS CLIENTES DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA

3 comentarios:

Eva Row dijo...

Genial este video. Lo que tienen los norteamericanos es que si algunos son nefastos, inmorales, perversos y siniestros con mucha tranquilidad de espíritu, están los otros que son geniales, inteligentes, cultos, y capaces de develar lo siniestro y denunciarlo con rigor y sin grandilocuencia ni alarmismo, lo que hace la denuncia mucho más impactante.

Eva Row dijo...

Sobre el tema de los niños se trata de un fenómeno que en EEUU es aberrante y generalizado por burocracia institucional. Pero funciona también acá sin leyes que lo impongan, por puro beneficio de las maestras que no saben qué hacer con chico que no se porta como una momia sentado en la silla.
Afortunadamente fui madre al tiempo que ya tenía suficiente conocimiento de todas estas cosas y estaba de regreso en estas lides.
Todavía me acuerdo la cara de la maestra de mi hijo, cuando se atrevió a diagnosticarlo de "hiperactivo" y me mandó al psiquiatra para hacer terapia familiar. Lo que le contesté lo tenía preparado. Le dije que mi religión me prohibía ir al psiquiatra. Se quedó muda y me preguntó con cara de chupar limón ¿Qué religión? La religión judía, le contesté, no me permiten tener otro dios delante de dios. Me saludó y me dejó de joder a mí y al nene que era un divino hiperactivo como todo pibe sano que se aburre en el colegio porque la escuela puede ser aburrida a morir.

Eva Row dijo...

Otra anécdota:

El papá de mi hijo era un gallego divertido, tan alistado o más que yo en estos asuntos escolares. Ya le habían jodido la vida con las dos hijas del matrimonio anterior, y se las sabía todas.

Un día la maestra (de otro grado) mandó llamar al padre de mi hijo porque el nene organizó un concurso de escupir a la pared y al ser castigado no quería reconocer su participación en la escupida, cuando él la había organizado. Y de paso, porque el nene puteaba.

Fue el gallego a hablar con la maestra que le contó el caso. Entonces llamó a mi hijo para que reconociera ante el padre que había escupido la pared. El nene no quería aceptar y repetía que él era inocente y que había sido castigado sin culpa.

Entonces el gallego le dijo a su hijo frente a la maestra. No estoy enojado porque te castigaron, estoy enojado porque encima del castigo no escupiste la pared, te castigaron por boludo, aprendé y la próxima escupí con los demás.

La maestra se quedó paralizada, entonces el gallego le dijo al oído con cara de atorrante seductor: por el asunto de las puteadas le digo que los gallegos e hijos de gallegos tenemos permiso del Rey de España para putear. No hay caso, no hay remedio.

La maestra, créase o no, se empezó a matar de la risa y le dijo al papá de mi hijo que era divino. Se dieron un beso y no volvió a joder más.