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jueves, 15 de septiembre de 2011

UN GATO EN LA INQUISICIÓN - HF


Aquí estoy, sucio, escondido entre la basura,
detrás de un barril, en un callejón hediondo,
embarrado, temiendo por mi vida
y concentrado en que nadie me pueda encontrar
para ir a tirarme en alguna hoguera,
como últimamente lo están haciendo con todos nosotros.
Hace mucho tiempo fuimos sagrados, pero
¿de que sirvió esa abismal ventaja,
si cambió tanto nuestra historia entre los humanos?
Antes sagrados, ahora malditos,
como parte de un plan de unos perversos
que quieren a toda costa invertir el curso la historia.
Junto con nosotros arden en miles de hogueras
las condenadas como brujas,
por obra y gracia de unos que luciendo atuendos negros
y miradas oscuras reclaman el poder absoluto,
en nombre de alguien que pensaba y obraba
de forma exactamente opuesta, aquel famoso Jesús.
Estamos en medio de lo que se ha dado en llamar
la Santa Inquisición,
y prácticamente a los gatos ya nos han matado a todos.
Ya quedamos muy pocos,
y espero que no me encuentren en este basural.
No debe ser nada agradable
ser quemado vivo ante la mirada lasciva de los inquisidores.
Y pobres, ellas, las conocedoras de las virtudes curativas etéreas,
vegetales, minerales, las que sólo quieren
seguir la meta de algunas antiguas diosas,
la de representar lo mejor, la de aliviar el dolor ajeno,
la de trascender lo conocido.
Justamente ahora las vienen a quemar vivas.
Ahora, cuando mas se las necesitaría para curar a la gente
que ha empezado a enfermar mortalmente,
muriendo de a millones, mártires de una horrible enfermedad
que crece imparable, la peste bubónica,
a la que llaman “peste negra”.
Y es que sin nosotros, los gatos, las inmundas ratas
transmisoras de esta desgracia están de parabienes.
Ya se reproducen a un ritmo desenfrenado, vertiginoso,
impunemente, sin nadie que les de caza.
Se hicieron dueñas de todo, gracias a estos oscuros seres
que aprietan una cruz en la mano,
supurando desde las profundidades el puro odio por los ojos.
Las apestosas, jubilosas ratas disfrutando de la muerte general.
Tal vez hayan sido ellas las artífices de todo este plan macabro,
el de la Santa Inquisición.
O tal vez estos demonios sean realmente ratas disfrazadas.
Es muy probable, porque actúan de una forma tan parecida.
Casi exactamente igual, diría.
La tristeza es inmensamente mayor que el miedo,
porque no es justo lo que está ocurriendo,
nadie merecía tanto dolor.
Todo hubiera sido tanto más fácil
sin la aparición de estos emisarios de lo tenebroso.
Sigo aquí, solo, erizándome, escondido detrás de un barril,
y a las pestilencias las puedo sentir mucho mas
que el mas sensible de todos los hombres.
Son olores nauseabundos, de muerte,
nada tienen que ver con la hermosa vida
que supuestamente planeó el creador de todas las cosas,
a menos que, finalmente, dolorosamente,
el también sea cómplice de estos horribles malvados.
Tal vez no tenga chance de escapar,
trataré de entregarme a la suerte que me toque,
sintiendo con todo mi corazón
que hasta el último momento seguiré siendo un fiel amigo,
uno mas que morirá junto a ellas en la hoguera.
Ya no lo veré, pero ojalá el tiempo corrija la historia.
Ojalá que aquél famoso Jesús pueda echar alguna luz
para ponerle fin a esta plaga de malditos
que desde siempre actúa usurpando su nombre.
Ojalá algún día los gatos podamos volver a ser ya no sagrados,
pero por lo menos recibidos, queridos y acariciados
como lo fuimos durante tanto tiempo.
Porque aunque a nosotros ahora nos sacrifiquen
por ser compañeros de las brujas,
nunca vamos a dejar de ser lo que siempre fuimos.
Simplemente animales cariñosos,
dispuestos a disfrutar de la vida junto a ustedes.

1 comentario:

Eva Row dijo...

La Inquisición desde el punto de vista de los gatos. ¡Qué dimensión nueva para revivir ese escenario miserable donde los únicos demonios eran los Inquisidores!
Estoy maravillada, lo releí ya tres veces. Gracias por talento, gracias.