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de acción pequeña pero contribuyente.
¡AMELIA VENCE!

miércoles, 21 de marzo de 2012

ENCUENTRO CON UN INNOMBRABLE - HF
















Siempre recibí instrucciones de un Controlador (escalafón superior al del Angel) proveniente de otra región de todo esto. 
Su nombre es Mun,  y pertenece a una grey de supervisores que el Absoluto envía a cualquier lugar para castigar a los excedidos en maldad.
La frase que  Mun repetía constantemente y que nunca llegué a comprender por lo críptica era “todos o ninguno”, a pesar de que insistía en que yo sí la entendía perfectamente. Puede ser.
Ese fue mi trabajo hasta ayer, llevar a cabo las directivas de Mun.
Otros habían sido seleccionados por diferentes tipos de virtudes.
Yo fui elegido por poseer ese poder transformador que hace que hasta una alimaña repugnante se convierta en una beldad sin igual. 
Un inmundo torturador en Juliette Binoche.
Sólo gracias a esta extraña cualidad personal soportaba mi duro trabajo.
Mi misión era castigar malvados. Y el sistema de lo más personal.
Primero se los detectaba (tarea de Mun), luego se los engatusaba utilizando un cambio en mi actitud que lograba hacerme aparecer como de la misma calaña que el sujeto señalado. Ya caído en la trampa se lo reducía haciendo sonar una cornetita paralizadora que lo seguía manteniendo conciente, y allí comenzaba la parte ardua, solo soportable gracias a poder cambiar momentáneamente y a mi gusto su apariencia desagradable.
Con toda la influencia de haber leído El Hombre Ilustrado, de Ray Bradbury, procedía a tatuar a todo color, indeleble y minuciosamente sobre su cuerpo, sus perversas tropelías -incluyendo hasta la más mínima infamia- comenzando por la cara.
Llevaba tiempo no dejar un solo centímetro de su piel sin tatuar, pero había cierto paliativo artístico que me ayudaba a hacer mas llevadera esa parte del trabajo, porque para eso había realizado un excelente curso de tatuaje en las galerías Bond Street y otro con un fileteador de San Telmo.
Ahí terminaba mi tarea y se lo derivaba al Programa de Paseos.
Y la faena concluía con el sujeto que, con sus antecedentes tatuados de pies a cabeza, era exhibido completamente desnudo por cuanta zona habitada del país se pudiera.
Muchos años trabajé para Mun sometiendo a los candidatos que me indicaba periódicamente.  Hasta que ocurrió algo inesperadamente nefasto.
Ya había sido concertado el encuentro con el ruin de turno en un bar céntrico. El personaje tenía las características de tantos otros: un aspecto libidinoso y cierto aire religioso. Y esa típica mirada que siempre me hizo confirmar que sin duda estaba frente a uno de ellos.
Creyendo, como era la rutina, que el horrible personaje había mordido el anzuelo, me encaminé con el hacia mi lugar de trabajo.
Una vez que hizo efecto la cornetita paralizadora, mi cuerpo descargó una buena porción de poder transformador, que lo convirtió en una bellísima mujer.
Y cuando ya estaba a punto de  comenzar con el tatuaje, ocurrió lo inesperado. El ente gemía en un grado de placer nunca visto.
Presa del desconcierto y cuando traté de apartarme de el me sentí absolutamente paralizado. Se dió vuelta y me miró. Sus súbitos ojos amarillos hicieron que me hirviera la cara, mientras mi cuerpo comenzó a moverse fuera de control adherido a esa cosa que ya había comenzado a rebotar contra las paredes chapoteando en el inmundo miasma que comenzó a exudar.
Lo último que pude oír antes de perder el conocimiento y sintiendo que había llegado mi fin, fue el sonido horripilante de su voz infrahumana que pronunciaba algo incomprensible.
Supongo que ese estado de terror por el que jamás había transitado hizo que mi organismo se derrumbara. Cuando desperté en medio de semejante inmundicia el ser había desaparecido y fui arrastrándome hasta la puerta tapándome la nariz. El hedor era insoportable. Era el famoso, ignominioso y antiguo olor del azufre.
Confieso que lejos de tener que hacer el acostumbrado reporte de mi trabajo, sentí ganas de desaparecer, pero sé que hubiera sido encontrado por Mun o algún otro Controlador, donde fuera.
Así es que me preparé para la reunión inevitable pensando en mil formas de lograr que se aceptara mi renuncia.
Y allí estaba otra vez  Mun. Esta vez, su belleza descomunal (que siempre le alabé por haber elegido tan hermoso cuerpo femenino para hacer su trabajo en estos lugares y que ¡dios mío!  más de una vez me hizo suponer que al fin yo había encontrado al gran amor de mi vida) no logró disolver el pánico que seguía haciendo que  mi sangre estuviera mas espesa que nunca.
Pero su extraño gran poder y la dulzura de sus ojos color de uva hicieron que a los pocos minutos yo volviera a sentir lo de siempre: devoción y amor sin límites.
Y como sé que me debo para siempre a este mandato, le pregunté si no había alguna forma de protegerse de horribles y peligrosos imprevistos como este.
Su respuesta hizo que tuviera que aceptar lo que siempre pretendí no comprender: “todos o ninguno, vos también vas a pagar por esto.”
Y sin soltarme las manos agregó con la hermosa letanía de su voz que mi desgraciado encuentro con uno de los Innombrables podía no ser el último. Porque había muchos más. Y peores.


Ilustración:
http://nachob-elmonstruoenmi.blogspot.com.ar/2011/03/de-suenos-y-monstruos.html 

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