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¡AMELIA VENCE!

lunes, 9 de septiembre de 2013

Y, que le va a hacer, sigo con historias de mi vida.

















Cuando mis viejos se separaron yo tenía trece años y mi hermana Mimí veintitrés. Mimí (genia tocando boogie woogie en el piano) estaba enganchada hacía años con Carlos Aguirre, periodista y escritor (“Argelia año 8” es su trabajo más conocido) que hacía un tiempo se había rajado a Cuba a cubrir lo de la revolución junto a su compañero Jorge Masetti, entre otros. Se había ido mi viejo después de tantos años y en casa quedamos mi vieja, Mimí y yo. Había que recomponer la cosa, pero la alegría de mi vieja no alcanzaba. Encima, en medio de aquel enero caluroso, creo que del año 1959, un día sonó el teléfono y era Carlos, que alborozado le dijo a Mimí que ¡habían ganado! y que se fuera para allá con él, que le garpaba el viaje.
Así es que a los pocos días en casa quedamos sólo mi vieja y yo. Mimí se había ido a Cuba. La situación era complicada, porque yo empezaba la secundaria en el Pellegrini, siempre mi educación controlada por mi viejo desde su estudio, como ya lo había sido en mi primaria en el Colegio Lasalle. Y en casa crecía la tristeza de estar solos mi vieja y yo. Pero, hete aquí, que mi tío José María (Cucurucho) que vivía de lo más tranquilo en una hermosa casa de Villa Devoto acompañado por Reynaldo Padovani, su querido amigo de toda la vida (quien muchos años atrás había sido la niñera -ahora “nanny”, ja!- que me acompañaba y me llevaba al zoológico cuando mis viejos estaban ocupados: mi viejo con su canto lírico y su estudio contable y mi vieja con sus clases en el Instituto Musical Fontova, en Viamonte al mil ochocientos, edificio ya desparecido) al enterarse Cucurucho de que su amada hermana y su sobrino habían quedado solos allá en la calle Tucumán, ¿qué piensan que hizo este tipo? Sí, vendió su casa de Villa devoto y se vino a vivir al pleno centro con nosotros dos. Una actitud demasiado inusual, imposible de olvidar y de agradecer al querido tío Cucurucho. Y la historia siguió. Después vendría toda mi adolescencia, compartida con mi vieja y Cucurucho, años fontovianos de pura cepa, conchisumá. Y yo todavía tenía trece o catorce años.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una pregunta, Nigger. ¿Su tío Cucurucho era hermano de su padre o de su madre?...
De ser hermano de su padre, no es una práctica inusual: se llama levirato. (una regla parental hebrea y de otros pueblos).
Lindas las historias. Me encantó la de su vieja y el carbón de los reyes.
Abrazo

Anónimo dijo...

Negro querido te adoramos, pero me parece que ahora queremos más a tu mamá, en serio, estaría buenísimo que escribas un libro, digo, si no es mucho pedir...(que hincha pelotas la gente, siempre quiere más), un abrazo!!!!!! Daniela.

lapetisa dijo...

Negro, creo que deberias escribir no tus memorias, sino historias de tu madre en un libro, seria muy interesante leerla, más que en la época que le tocó vivir todo lo que vivió, no era fácil ser mujer, no lo es ahora pero en ese entonces los estigmas eran más rígidos.
Y por lo que cuentas ella supo capear muy bien la tormenta.