El Comando Amelia es un comando de alumbrado, barrido y limpieza,
de acción pequeña pero contribuyente.
¡AMELIA VENCE!

jueves, 27 de febrero de 2014

Hablando de animales, hay algo que aprender de los peces: Un cardumen es un conjunto de peces similares, que pueden no ser de una misma especie, y que nadan en una alta sincronización. Conducta que les traen beneficios, ante todo para la defensa contra predadores y una mejor manera de encontrar compañeros. Un rasgo de un cardumen es la fuerte semejanza entre sus miembros. Los peces eligen estar en un cardumen, gracias a reconocer a similares en su apariencia. Es el efecto de los pares, que posibilita que cualquier miembro del cardumen no será preferido como blanco de los predadores. Este efecto de pares consigue homogeneizar a los cardúmenes. Otra increíble mecánica es la determinación de la dirección y sentido de sus movimientos. Y acerca de esto, el etólogo animal Stephan G. Reebs, argumenta que los cardúmenes son liderados por un pequeño número de los más experimentados.


Entre tantas otras cosas que admiro de los animales una es que ellos no se atribuyen la autoría del “sistema animal de vida” y que (por ahora) no inventaron el dinero. Esos pedazos de papel con números, dibujos y grabados, que nosotros usamos para disimular lo animales que también somos. Y que sólo sirven para no salir a matarnos por la comida. Este es el concepto que me inspiró para componer "Animal tierno y fácil".

http://www.fontova.com.ar/discografia/canciones/negro/01animaltiernoyfacil.mp3

domingo, 23 de febrero de 2014

¡Por favor! ¡Si de esto ya se ocuparon Mulder y Scully, los de "Expedientes X", conchisumá!

¿Tristeza?


El pez...


Era el año 1975, y en Venezuela fuimos contratados por el Consejo Nacional de la Cultura el dúo “Nagual” (conformado por mi querido hermano Alejandro de Raco, sitar, kemanchá y charango, y el Nigger, guitarra, canto y percusión). Así recorrimos todo el país los fines de semana. Pero eso es historia aparte. Lo que quiero contarles es que llegado aquel fin de año, fué ineludible mirar en la tele el mensaje de Carlos Andrés Pérez. Así lo hicimos. Se lo veía a Pérez y a su comitiva. Y comenzó su mensaje. Pero en medio de su discurso (en cadena nacional) repentinamente apareció en las pantallas de todo el país un hombre haciéndole el amor desenfrenadamente a una mujer, esta en posición de “perrito” y el señor dándole duro, en blanco y negro, imagen tipo película años 50´s. Entre alaridos, saltos y abrazos, Alejandro y yo no podíamos creer lo que estábamos viendo. A los minutos siguió el discurso de Pérez. Como si nada. Y bueno, al día siguiente tuvo que darse una explicación, y fue la de que el par de operadores que estaban a cargo de la transmisión del fin de año, tal vez a causa de su estado etílico, mezclaron lo que ellos estaban viendo con el discurso de Pérez, en cadena nacional. Bien, tal vez haya sido eso, pero, si no, me inclino a pensar que esa maravillosa interferencia fue uno de los comienzos con los que pretende actuar hoy el Comando Amelia. Chuic!

sábado, 22 de febrero de 2014

¡Oh!


Anagrama.


martes, 18 de febrero de 2014

Palabras del Bubu.


Etam Cru. Arte Urbano.























 http://goo.gl/2a3Ji9

Antes. Hoy.


Extracto aparecido en la página "Rebelión" del libro de Allen Dulles "El arte de la Inteligencia", de 1963. Dulles fué director de la CIA entre 1953 y 1961. Goebbels un poroto...(Sugiero reemplazar "Unión Soviética" por "Venezuela", o por el nombre de cualquier otro lugar ansiado por los siniestros imperialistas.)

«Sembrando el caos en la Unión Soviética sustituiremos sus valores, sin que sea percibido, por otros falsos, y les obligaremos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados y correligionarios en la propia Rusia. Episodio tras episodio se va a representar por sus proporciones una grandiosa tragedia, la de la muerte del más irreductible pueblo en la tierra, la tragedia de la definitiva e irreversible extinción de su autoconciencia. De la literatura y el arte, por ejemplo, haremos desaparecer su carga social. Deshabituaremos a los artistas, les quitaremos las ganas de dedicarse al arte, a la investigación de los procesos que se desarrollan en el interior de la sociedad. Literatura, cine, teatro, deberán reflejar y enaltecer los más bajos sentimientos humanos. Apoyaremos y encumbraremos por todos los medios a los denominados artistas que comenzarán a sembrar e inculcar en la conciencia humana el culto del sexo, de la violencia, el sadismo y la traición. En una palabra: cualquier tipo de inmoralidad. En la dirección del Estado crearemos el caos y la confusión. De una manera imperceptible, pero activa y constante, propiciaremos el despotismo de los funcionarios, el soborno, la corrupción, la falta de principios. La honradez y la honestidad serán ridiculizadas como innecesarias y convertidas en un vestigio del pasado. El descaro, la insolencia, el engaño y la mentira, el alcoholismo y la drogadicción, el miedo irracional entre semejantes, la traición, el nacionalismo, la enemistad entre los pueblos y, ante todo, el odio al pueblo ruso (o...) todo esto es lo que vamos a cultivar hábilmente hasta que reviente como el capullo de una flor. Sólo unos pocos acertarán a sospechar e incluso comprender lo que realmente sucede. Pero a esa gente la situaremos en una posición de indefensión, ridiculizándolos, encontrando la manera de calumniarlos, desacreditarlos y señalarlos como desechos de la sociedad. Haremos parecer chabacanos los fundamentos de la moralidad, destruyéndolos. Nuestra principal apuesta será la juventud. La corromperemos, desmoralizaremos, pervertiremos (…)».
Nota completa:http://www.rebelion.org/noticia.php?id=97121

Leopoldo Moreau.


Chivo Rossi.


Sergio Berni.


En el año 1987, en el Teatro Odeón, de la calle Esmeralda, hicimos con Rubén Rada un ciclo que se llamó "Oscura Pareja". Hoy, donde estaba el hermoso Teatro Odeón, hay una playa de estacionamiento.


jueves, 13 de febrero de 2014

Muchas veces con mi hermosa Gaby, después de haber hecho alguna chanza, algo cargada hacia alguien que tal vez no se la merecía, nos decimos: “¡Qué malos somos, ¿no?,” Chanzas y humor prevalecen en nuestras vidas, entre otras cosas. Hoy me pregunto si el que difama desembozadamente, el que calumnia, inventa mentiras a sabiendas, con el único fin de perjudicar, deteriorar, menoscabar, dañar, no se dirá en algún momento “¡Qué malo soy, ¿no?”

Una belleza que escribió el querido amigo Carlos Semorile acerca de la puta muerte de Santiago Feliú.

















Historia de la silla, Por Carlos Semorile
Nos llega la noticia de la muerte de Santiago Feliú y, al menos para los de mi generación, es como si se nos hubiese muerto un hermano. Una muerte injusta, rastrera, con ganas de jodernos la vida llevándose a un tipo sensible, creador de piezas bellas y memorables, con una hondura y una mirada necesaria para el mundo. Al menor de los Feliú lo adoramos desde sus primeras visitas a Buenos Aires, cuando el amor por Milanés y Rodríguez estaba más que cimentado. Pero Santiago era un par, era uno de nosotros encaramado a los escenarios con su timidez, su guitarra y su armónica. Era el muchacho al que podías saludar a la salida de un recital, y en una calle de San Telmo –mordiéndote los celos- permitir que tu novia le diese un largo abrazo y, a la cubana, un par de besos. Fue el tipo que una noche dejó el alma en un Teatro IFT lleno de estudiantes barbudos, y muchachas fascinadas con su estampa. Ese día salimos cantando un grupo de amigas y amigos, y cantando tropezamos con una destartalada silla de mimbre que parecía salida de la canción de Silvio. Le hicimos, pues, los honores del caso, y cantando la llevamos hasta “La Verdulería”, donde inclusive nos retratamos con ella. Estábamos tan felices por el concierto de Feliú, que decidimos que la silla quedara entre nosotros como recuerdo de aquella noche de alegrías y canciones. Esa misma madrugada, beodos y todo, la llevamos a la imprenta que nos daba de comer en esos años y la instalamos en un rinconcito especial. Hace rato que la silla-tótem se desmembró, y ya hace muchos años que abandonamos el intento de saber quién es y de dónde salió una de las muchachas que nos acompaña en la foto de “La Verdulería”. Todo ello es accesorio. Lo único que importa es que al menos una noche en nuestras vidas supimos ser contemporáneos de un joven trovador enamorado. Y que, mientras vivamos, cantaremos sus canciones mientras evocamos su hermosa y ya eterna sonrisa

miércoles, 12 de febrero de 2014

Dijo el Bubu, viejo integrante del Comando.


¿Come si chiama il personaggio?


El Loco, personaje de Metegol.


Recapacitar.






Tiempo.


¡Maldita!


Nuevo consejo de Eduardo Galeano.


Dice el I-Ching:


La querulomanía.




















Esta es una info inapreciable del querido amigo El Sudaca Renegau.
Recomiendo altamente su blog: http://sudakia.wordpress.com/
La querulomanía, delirio reivindicatorio o litigioso, pleitomanía o procesomanía es la afección o forma clínica derivada de la paranoia por la cual un individuo se siente continuamente ofendido, injuriado y maltratado y, como consecuencia, presenta denuncias, quejas y contenciosos legales en forma escrita constantemente (denuncias, reclamaciones, intimaciones, peticiones de indemnización, manifiestos, citaciones judiciales, cartas al director...etc.) http://es.wikipedia.org/wiki/Querulomanía
Esta es una info inapreciable del querido amigo El Sudaca Renegau.
Recomiendo altamente su blog: http://sudakia.wordpress.com/

Recomiendo saborear...


Dijo Arturo Jauretche:


domingo, 9 de febrero de 2014

RECUERDOS DE MI MANO IZQUIERDA

Tengo muchos recuerdos de viajes, pero hay dos que recurren a mi memoria infatigablemente. Uno data de Sukh, una hermosa playa de las costas de Filipinas. Entre los numerosos viajeros de diferentes países con los que me crucé en ese hermoso paraje se destacaba Kozami, un surfer japonés con quien tuve una molesta seguidilla de duelos de bar y cerveza, en un mutuo y mal chapuceado inglés. Aunque confieso que mi pronunciación, de puro Instituto Cambridge de Cultura Inglesa, era brillante al lado de la de ese idiota. Eran simples discusiones entre dos que no se caían bien. Lo que aquella noche colmó mi paciencia fue la insistencia de este monigote en querer convencerme repetidamente y a los gritos la ridiculez de que en el arroz estaba el origen de la vida. Yo no estaba dispuesto a discutir semejante tontería, así es que un súbito e inesperado incremento de mi adrenalina hizo que la botella que mi mano izquierda agarraba del cuello, fuera a parar a la frente del desagradable japonés. Todo terminó muy mal. Yo quedé como el argentino patotero desubicado y el oriental como la pobre víctima. De cualquier manera este recuerdo no puede empañar ni en un ápice todo lo que pude disfrutar en Sukh, aquella hermosa playa de las costas de Filipinas. El otro souvenir me viene de un asado, en el campo de mi amigo Javier, en General Rodríguez. Allí nuevamente mi energía no fue compatible con la de otro. En este caso con la de don Ramón, el capataz de la estancia. El vino, la carne y las achuras, aunque más que nada el vino y su tendencia al desborde, hicieron que una repentina discusión entre este señor y yo subiera de tono. La insistencia de don Ramón era la de querer convencerme a grito pelado de que muchísimas vacas estaban enamoradas de él, y que podía hablar el idioma de ellas. El ridículo intento de este hombre, duró, por supuesto, hasta el botellazo que recibió en la frente, obra nuevamente de mi mano izquierda. El por qué me vuelven tanto a la memoria estos dos recuerdos, lo desconozco. Aunque a veces sospecho que esos botellazos fueron propinados por mí al no haber podido hacer que mi tremenda soberbia aceptara que tanto el japonés como el gaucho estaban en lo cierto.

RECUERDOS REALES DE MI PROPIA COLIMBA (Azul, Provincia de Buenos Aires, Año 1967. Grupo de Artillería Blindado 1)

“¡Soldado, saque pecho! ¡Vista al frente! ¡Manos bien pegadas! ¡Baje los hombros! ¡Ojos bien abiertos! ¡Tacos juntos! ¡Codos hacia delante! ¡Cierre la boca! ¡Levante la cabeza! ¡Ponga cara de guerra, soldado!”, vociferaba el teniente Magoy, y yo no sólo aceptaba sus sugerencias sino que hasta llegaba a triplicar el efecto deseado. Mis ojos bien abiertos eran los de un hipertiróidico, el pecho hinchado el de un búfalo a punto de estallar y la cara de guerra hubiera asustado a Rasputin. Y resoplaba como una bestia enfurecida. A un “¡carrera marrr..! ¡cuerpo a tierra!” mientras a mi alrededor algunos bufaban de mala gana apoyando una rodilla, después la otra, hasta acostarse boca abajo con cara de ¡porqué no te vas a la concha de tu madre!, yo emitía un alarido de chacal y efectuaba un ridículo, exageradísimo salto de clavadista ornamental para caer de cara al piso en medio de una polvareda. Al siguiente “¡fiiirrrmes!”, mi taconear de húsar enardecido sonaba mucho más que lo normal, mi boca mostraba los dientes y en mis ojos inflamados se podía leer “¿qué más querés, monigote? ¡puedo volar si quiero, milico pelotudo!” No tuvieron más remedio que considerarme un “buen soldado”, a pesar de que los cabrones sospechaban que me burlaba de ellos en cada baile. Y confieso con gran placer que dejé a muchos de esos tarados con las ganas de verme cometer algún traspié. Las trampas fueron muchas, pero jamás pudieron. Yo era joven, estaba en buena forma y me divertí muchísimo. Aunque algo no tan divertido ese año fue el episodio de la sangre. Una mañana, después del despertar súbito por los chillidos del ocasional marrano vestido de verde, su pito estridente, el tener que clavarse uno como una estaca a los pies de la cama entre bostezos, puteadas interiores cada vez más diluidas y el acostumbrado pasaje por la ducha casi fría del baño enorme y helado, venía el exquisito desayuno. Un jarro de mate cocido y un pan. Pero ese día no lo hubo, sino que directamente nos hicieron marchar hasta una de las compañías, de donde salían y entraban ambulancias. Preguntándonos por qué estábamos haciendo una cola en ayunas para entrar al edificio, vimos salir de ahí a algunos desmayados sostenidos por otros pálidos compañeros, que con una expresión desesperada y disimuladamente se señalaban el medio del brazo. Cuando entré, el espectáculo era un centenar de camas, cada una con un joven canalizado conectado a un frasquito que colgaba a su lado y se llenaba de sangre. Ese día nos sacaron un cuarto de litro a cada uno, y en el cuartel éramos más de mil. Nunca se pudo saber adonde fue a parar semejante cantidad de plasma. Jamás dieron una explicación. Por aquellos días se celebraba un recordatorio de la Campaña del Desierto y a muchos de nosotros nos tocó hacer de mozos en el Casino de Oficiales. La comida era una descomunal parrillada. Con los pies doliéndonos de tantas idas y venidas y desesperados por las ganas de probar algo, en una de las parrillas un cabo sudoroso y compasivo nos hizo un regalo revelador a un par de nosotros. Nos obsequió unas achuras que, según el dijo, se procesaban en un frigorífico muy cercano al cuartel. Y mientras saboreábamos a escondidas unas inolvidables morcillas, nos sumimos en un estado que jamás volvimos a sentir, un extraño arrobamiento que nos producía ese sabor tan familiar. Y no quisiera pasar por un mitómano neurótico, pero esas morcillas tenían demasiado gusto a nosotros.

RECUERDOS DE COLIMBA

Dice el sargento: "¡Soldado, ice la bandera!"
Y el soldado responde:
"¡Caramba, mi sargento, que le ha quedado muy linda!"

viernes, 7 de febrero de 2014

RECUERDOS DE LA CAMPAÑA DEL DESIERTO

En un campamento el vigía le dijo al capitán:
"¡Capitán, capitán, se vienen los indios!"
"Pero, ¿Son amigos o enemigos?"
"Parece que son amigos, porque vienen todos juntos."

¡Por fin una respuesta!

Una maestra de Jardín estaba observando a los niños mientras dibujaban.
Se paseaba para ver los trabajos de cada uno. 
Cuando llegó a donde una niñita trabajaba esmeradamente,
 le preguntó qué estaba dibujando.
 La niña replicó:
"Estoy dibujando a Dios".
 La maestra se detuvo y le dijo:
"Pero nadie sabe cómo es Dios, mi amor".
 Sin levantar la vista la niña contestó:
 "Lo sabrán dentro de un minuto".

Alegría.


Canta Lilita.


jueves, 6 de febrero de 2014

En la ópera “El Barbero de Sevilla”, de Gioacchino Rossini, en el Teatro Colón, mi viejo, cantante lírico, bajo profundo (Horacio González Alisedo. Fontova es mi apellido materno) personificaba a Don Basilio, y cantaba un aria que se llamaba “La calunnia”, que obviamente hablaba de la calumnia. No tengo grabación de la cantada por mi viejo, y aquí linkeo otra hermosa versión, la de Nikolai Ghiurov. Pongo la traducción al español de la durísima letra de esa hermosa aria de Rossini. Y qué lamentable es que hasta nuestros días la calumnia siga teniendo tanto poder, conchisumá.


La calumnia es un vientito,
una brisa muy gentil,
que imperceptible, sutil,
ligeramente, suavemente,
comienza a susurrar.
Debajo, al ras de tierra,
en voz baja, sibilante,
va corriendo, va zumbando,
en las orejas de la gente
se introduce hábilmente
en  las cabezas y a los cerebros
hace aturdir, hace hinchar.
Una vez fuera de la boca
el alboroto va creciendo,
toma fuerza poco a poco
vuela de un lugar a otro,
parece un trueno, una tempestad
que en medio del bosque
va silbando, atronando,
y te hace helar de horror.
Al final se desborda y estalla,
se propaga, se redobla
y produce una explosión,
como un disparo de cañón.
Un terremoto, un temporal,
un tumulto general
que hace agitar el aire.
Y el infeliz calumniado,
ya envilecido, aplastado,
bajo el azote público,
podrá considerarse afortunado
si es que muere.
Y para quien quiera saberlo, aquí va el link de la base de datos de todas las óperas representadas en el Teatro Colón desde el año 1908: 



martes, 4 de febrero de 2014



Nada mejor que esto.


Mauricio dixit



Hermano querido