Si hacés una revolución, hacéla alegramente, no la hagas lívidamente serio, no la hagas mortalmente serio, hacéla alegremente. No la hagas porque odiás a la gente, hacela sólo para escupir en sus ojos. No la hagas por dinero, hacela y condená el dinero. No la hagas por la igualdad, hacela porque tenemos demasiada igualdad, y va a ser gracioso sacudir el carro de las manzanas y ver por que lado se irán rodando. No la hagas por las clases trabajadoras. Hacéla de tal modo que todos podamos ser nuestra propias y pequeñas aristocracias. Y patear como asnos fugitivos alegremente el suelo. No la hagas, de todos modos, para la Internacional del Trabajo. El trabajo es aquello de lo cual el hombre ya ha tenido bastante. ¡Eliminémoslo, acabemos con eso! ¡El trabajo puede ser agradable, y los hombres gozarlo! Y entonces no es trabajo. ¡Tengamos eso! ¡Hagamos una revolución para divertirnos!
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