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lunes, 27 de abril de 2015

De Evita a Mauricio. PRO villero.

Si en su origen el PRO hablaba de “erradicar las villas”, una vez que ganó en las urnas se dedicó a armar poder en las zonas más humildes. Diez años después trabaja junto a punteros y referentes para consolidar a la derecha en zonas de la Ciudad de Buenos Aires históricamente peronistas. Maximiliano Sahonero es puntero del PRO. Nieto de bolivianos, hijo de un carpintero formado por el Padre Mugica, nació y milita en la villa 20 de Lugano. Historia personal y lealtad al servicio de un partido que se fortalece con cada elección. Durante el fin de semana, una cronista acompañó al referente villero preferido del macrismo por los claroscuros del barrio. —¿Cómo te llevás con que te digan puntero? —Para la mierda. Puntero es el que lucra con la pobreza y yo trabajo para que la gente viva mejor—dice Maximiliano Sahonero, el líder joven del PRO de Villa 20. Prefiere que lo llamen “referente barrial”. Tiene 30 años, fue presidente de la juventud PRO y hoy está décimo en la lista de legisladores de Horacio Rodríguez Larreta: si se mantuvieran en julio los resultados de las PASO, es probable entre a la Legislatura. Es devoto de la virgen de Urkupiña, nieto de bolivianos de Cochabamba, hijo de un carpintero que se formó políticamente con el Padre Mugica en Retiro y de una mujer que maneja un comedor comunitario desde hace más de una década. Nació, creció y militó en la villa 20, dentro de la Comuna 8, donde el PRO acaba de volver a ganar: obtuvo un 46 por ciento de los votos en las primarias de la Ciudad de Buenos Aires. El sábado a la mañana, cuando faltaban 36 horas para el festejo del PRO, Sahonero se metía té con miel e ibuprofeno de combustible porque somatizaba: “No duermo más de 4 horas por noche, estamos a full”. Transpiraba y tosía. “Traeme otro té, gordi”, le pedía a la moza en Delfín Gallo al 5600, Lugano. Ese bar es su centro de operaciones. En la mesa de al lado Víctor, su papá, tomaba agua tónica con limón y conversaba con amigos “de toda la vida”. Cada tanto, Maxi se levantaba y le preguntaba algún dato puntual. El Sahonero grande lo averiguaba y después se lo gritaba. La historia política del padre y el hijo se explican juntas o no se explican. “Nací rodeado de política”, dice Maximiliano mientras Víctor repite que sin su hijo no hubieran logrado ni la mitad. Macri será Mauricio, Larreta será Horacio, pero los Sahonero son los Sahonero. Así los llaman los vecinos: tanto los que dicen que dejan todo por el barrio como quienes los acusan de quedarse con vueltos. Víctor llegó a la villa en 1978. Tenía 17 años y los militares le tiraron abajo la casa de chapa que compartía con un amigo en la villa 31. Lo subieron a un camión y lo arrojaron en un descampado de Villa 20. Ahí conoció a su mujer, tuvo 4 hijos (Maxi y tres hermanas), recolectó maderas para hacer muebles, cirujeó pedazos de otros para rearmar y tuvo una pizzería. En 1999 fue electo presidente de la Cooperativa de Vivienda 25 de marzo: esa fue la herramienta de los Sahonero para acumular poder territorial. Maximiliano define a María Eugenia Vidal, la Vicejefa de Gobierno porteño, como su “punta de lanza”. La conoció a fines de los ´90, cuando “Mariu” (así le dice) era estudiante y encuestadora del Grupo Sophia –uno de los think tanks que fue semilla del PRO-. Cuando Vidal entraba al barrio, Maxi era el encargado de guiarla y ayudarla a encontrar el perfil de vecino que precisaba: “ama de casa con cama adentro”, “obrero de treinta años”, “joven estudiante”, etcétera. Cuando en 2008 ella asumió como Ministra de Desarrollo Social de la ciudad, lo convocó.

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