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domingo, 30 de noviembre de 2014
sábado, 29 de noviembre de 2014
PATOS - por Horacio el Nigger Fontova
Mariano, viejo egresado de una escuela modelo,
tomó la iniciativa de padecer una enfermedad eruptiva en la piel,
como símbolo del conservador desatendido.
Y para ostentar su gran resistencia a la picazón
el sobrelleva la enfermedad diciendo
que es sólo el daño ligero que sufren algunas cosas.
El pertenece a la estirpe frígida,
a los divididos en partes irreconciliables
en todas las fases de su desarrollo, desde su nacimiento.
Alguna vez, brevemente, estuvo a su cargo
un sector de las obras públicas de la ciudad,
por lo que cree haberse ganado un insigne galardón,
y su mujer es una vieja, afectada jugadora de canasta
que cree ser una reina de las hadas
de la literatura fantástica inglesa,
pero en realidad luce como un gordo roedor
de los que se pasan el invierno adormecidos.
Mariano y su mujer sólo esperan que alguien
les suministre lo necesario para el camino
y van a apostar fuerte para mostrarse desatendidos,
pues el ya está programando una pérdida del habla
a consecuencia de un desorden cerebral
que lo hará mostrarse vagando por la calle de una parte a otra,
lejos del pequeño departamento
en el húmedo Palacio de los Patos de la calle Ugarteche,
donde ostenta su horrible blasón familiar,
con tres fajas de tela color borravino ya raídas, caídas.
Mariano supo tener un islote en el Delta,
pero como todo demás, lo perdió.
Por ser desatendido, dice.
El cariño ya desapareció
y tal vez volverán a su lugar
algunos huesos que se le han salido,
y así poder pasar tardes enteras sentado
en lo que queda de su silla de montar,
sobre un caballete del lavadero,
mirando la nada,
como lo hacía tiempo atrás.