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jueves, 4 de diciembre de 2014

LA HISTORIA DE LA PAPISA JUANA Y LA SILLA DE LOS TESTÍCULOS.

Dicen que a mediados del siglo nueve, Juana, una mujer nacida en Ingelheim am Rheinde, lugar situado en la ribera izquierda del Rhin, se hizo famosa en Roma por sus conocimientos médicos. La pequeña Juana había crecido inmersa en un ambiente de religiosidad y erudición, y tuvo la oportunidad de poder estudiar, lo cual estaba vedado a las mujeres de la época. Puesto que sólo la carrera eclesiástica permitía continuar unos estudios sólidos, Juana se cortó el pelo, se vistió como hombre y entró en la religión como copista, bajo el nombre masculino de Johannes Anglicus. El médico "Johannes Anglicus", conocedor de todas las hierbas, se hizo muy querido en la ciudad de Roma. Hasta el Papa León IV lo mandó a llamar para curar su mal de gota. Y se convirtió en secretario particular del Papa. De secretario pasó a cardenal. Y cuando León IV murió, Johannes Anglicus fue elegido Papa por votación unánime. ¡Habemus papam! No era Papa, sino Papisa. La Papisa Juana. Dicen que fue el mejor Papa que se recuerda en Roma. Que se preocupó por los pobres.Que estableció un sistema eficaz de salud en toda la ciudad. Que abrió escuelas para las mujeres. También dicen que la identidad sexual de la Papisa fue descubierta en una procesión por las calles de Roma. Dicen que Juana, que disimulaba un embarazo fruto de su unión carnal con el embajador Lamberto de Sajonia, comenzó a sufrir las contracciones del parto en medio de una procesión y dio a luz en público y murió, delante de la multitud, por las complicaciones del parto. Sobre la Papisa Juana no existe ninguna documentación porque todos los papeles de sus años de Pontificado fueron quemados. La Papisa fue borrada de la historia oficial en el Vaticano. O sea que nunca existió. Pero, por si acaso, y para que nunca vuelva a existir, se inventó la “sedia stercoraria”, la silla de los testículos. Según numerosos escritos, la “sedia stercoraria” se utilizaba después del cónclave, una vez elegido el nuevo Papa y su función era determinar la masculinidad del flamante pontífice. ¡Testiculos habet! Un diácono introducía la mano derecha bajo la silla donde se hallaba sentado el Papa y palpaba los genitales pontificios. ¡Habet duos et bene pendentes! ¡Tiene dos y cuelgan bien! ¡Deo gratias! Si todo estaba en su sitio, si quedaba comprobada su masculinidad, el Sumo Pontífice recibía la bendición de los cardenales y comenzaba la liturgia de coronación. ¡Habet duos et bene pendentes! ¡Tiene dos y cuelgan bien! ¡Deo gratias! Dicen que el papa Adriano VI eliminó esta costumbre en el siglo XVI. Otros dicen que todo es una mentira, que nunca le palparon los genitales a ningún Papa. Dicen. Pero lo cierto es que, aunque ya nadie se sienta en dicha silla, se teme que pueda repetirse la historia de Juana. Que tal vez una mujer se cuele entre los cardenales, y por un maravilloso error, aparezca una Papisa en vez de un Papa. Una Papisa que cambie el rumbo del Vaticano.

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