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viernes, 30 de octubre de 2015

ME LO CONTÓ UNA ABEJA (Variaciones Niggerberg)

Hace mucho tiempo la superficie de este planeta estaba señoreada por las abejas. El aire en esos tiempos tenía un olor dulzón y la vegetación era dorada, color miel. El hombre volaba y todos vivían protegidos por el zumbido de las señoras del mundo, que solo se ocupaban de que el bienestar general fuera lo mejor. ¿De dónde saqué todo esto? Me lo contó una abeja. Y me dijo que se cometieron errores. Que una vez la Tierra quiso hacer una gran fiesta, porque en todo el cielo se comentaba que la cosa no andaba muy bien por acá. Que dos familias de abejas muy poderosas se disputaban el poder sobre el planeta y terminaron por transformar el proyecto de la gran fiesta en un chismerío, en una gran confusión general. Hasta que finalmente se supo que las dos familias trabajaban en estrecha complicidad. Así comenzó inexorablemente la ancestral decadencia. Ni la Tierra pudo hacer aquella gran fiesta, ni las abejas seguir señoreando el planeta. Comenzaba el desorden. El hombre alado pudo resistir muy poco antes de perder su gracia, sumándose a los restos de aquella civilización frustrada, y la historia del planeta continuó a duras penas. Los hombres sin alas lejos de todo aquello.

miércoles, 28 de octubre de 2015

NIGGER´S TRISTE DÉCIMA (A quien corresponda)

Date cuenta te han mentido los que hoy fuiste a apoyar / y no quiero fanfarronear ni parecer presumido / pues aunque suene atrevido ya me lo animo a decir / se promete un porvenir de esos de no creerlo / solo te falta verlo y no te vas a divertir.

martes, 27 de octubre de 2015

LA MUERTE DE UN AMIGO - Poema Cherokee

No te pares al lado de mi tumba y solloces. No estoy ahí, no duermo. Soy un millar de vientos que soplan y sostienen las alas de los pájaros. Soy el destello del diamante sobre la nieve. Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro, soy la semilla y la lluvia benévola de otoño. Cuando despiertas en la quietud de la mañana, soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo. Soy las estrellas que brillan en la noche. No te pares al lado de mi tumba y solloces. No estoy ahí, no he muerto.

LA MORCILLA INOLVIDABLE (Mis recuerdos de la colimba)

Una mañana, después del súbito despertar por los gritos del marrano de uniforme verde y sus pitidos estridentes, el tener que clavarse como una estaca a los pies de la cama entre bostezos, puteadas interiores cada vez más diluídas y el acostumbrado pasaje por el agua casi fría del baño enorme y helado. Luego venía el delicioso desayuno: un mate cocido y un pan. Pero ese día no lo hubo, sino que directamente nos hicieron marchar hasta una de las compañías, de donde salían y entraban ambulancias. Preguntándonos por qué estábamos haciendo una cola en ayunas para entrar al edificio, vimos salir de ahí a un par de desmayados sostenidos por otros pálidos compañeros, que con una expresión desesperada y disimuladamente nos miraban señalándose el medio del brazo. Cuando entré, el espectáculo era un centenar de camas, cada una con un joven canalizado conectado a una bolsita que colgaba a su lado y se llenaba de su sangre. Ese día nos sacaron un cuarto de litro a cada uno, y en el cuartel éramos más de mil. Nunca se pudo saber a donde fue a parar semejante cantidad de sangre y jamás dieron una explicación. Por aquellos días se celebraba un recordatorio de la Campaña del Desierto y me tocó hacer de mozo en el Casino de Oficiales. Había muchísimos militares, políticos invitados y la comida era una descomunal parrillada. Con los pies doliéndome de tantas idas y venidas y muerto de ganas de probar algo de lo que se estaba sirviendo, en una pasada por una de las parrillas, un suboficial sudoroso y compasivo me hizo un regalo revelador. Me obsequió un plato con achuras, que según dijo, se procesaban en un enorme frigorífico cercano al cuartel. Y mientras saboreaba a escondidas una inolvidable morcilla, me sumí en un estado que jamás volví a sentir, un arrebato que me producía ese gusto tan familiar. No quisiera pasar por un mitómano, pero esa morcilla tenía demasiado sabor a mi.

¡A RECUPERAR LOS CAPULLOS!

Desde siempre llamo "capullos" a unos estados en los que el significado de las cosas se pierde hacia otras formas, a un vestigio de haber visitado otra realidad, en la que las emociones no se parecen a las de siempre. Emociones apacibles y fuertes a la vez, que hasta tienen sabores y olores desconocidos. Definir a los capullos es muy difícil, porque cuando un capullo se nos cuela, nos provoca un inexplicable arrobamiento que nos lleva a extraños lugares de nuestro adentro. Hasta a recuerdos previos al nacimiento, a ese misterioso lugar de donde se supone que todos venimos. Recuerdos que, por razones de seguridad, el implacable sistema en que vivimos, necesita borrar de nuestras memorias. No sea cosa de que nadie se distraiga de sus obligaciones. (¡Conchisumá!)