INDEPENDENCIA - HF

Independencia, concepto absoluto y ambiguo si los hay.
A mi parecer, la independencia se acabó con el Big Bang,
ese comienzo de combinaciones físico-químicas que dicen
dió comienzo con la llamada vida.
A partir de allí todo, absolutamente todo,
es completamente interdependiente.
¿Acaso si el electrón, el protón y el neutrón
fueran independientes, el supuesto átomo no les estaría rogando:
“¡Muchachos, júntense por favor, transen entre ustedes
así yo puedo ser algo también!”?
Supongo que de ahí se desprende la historia tan curiosa del hombre,
el mayor depredador de su propia especie,
sembrada del concepto independencia como necesidad.
Simplemente para compensar vaya a saber qué error de matriz,
un misterioso error inicial que lo haya llevado a practicar
otro concepto no tan absoluto y ambiguo,
sino el más común y repetido,
en forma abundante a través de los siglos:
el sometimiento mutuo, la conquista.
Entonces, ¿como es posible que a esta altura, independencia
sea sinónimo de libertad, cuando en realidad
su verdadero significado es el de inconexión? Raro.
Tal vez porque se confunde independencia
con necesidad de autonomía,
que viene a ser algo así como el tiempo máximo
que puede funcionar un aparato sin reponer provisiones,
pertrechos, combustibles. Sin ayuda.
Aunque, a partir del crecimiento de la llamada política,
el significado de la autonomía también fue debidamente desviado.
Para lo político, la autonomía es la resultante de la emancipación,
de la liberación de un yugo, del final de una dependencia.
O sea, no aquel simple principio básico
de poder valerse por uno mismo,
sino la solución a un problema anterior de lo más usual y humano:
la esclavitud, el sometimiento.
Y le sigue la soberanía.
Y la cosa empieza a ponerse cada vez mas cargada,
porque soberanía ya huele a soberbia,
a imperio, mando, dominación, señorío.
Y ya se sabe que el exceso de soberanía
es el fenómeno antropófago por excelencia: la conquista de lo ajeno.
Suena conocido.