Los pichones ya se fueron a hacer sus vidas
y el nido ya está arreglado,
así que nos vamos de aquí hasta el año que viene.
Una vez más llegó el momento de irnos.
Lo que sigue es de lo mejor,
cruzar las grandes aguas y volver al otro nido,
al del año pasado, a recibir huevos y pichones
del otro lado del mar.
Otra vez ponernos a volar
junto a algunas otras que vuelven desde el sur.
Hemos mejorado. Uno y otro nido, de cada lado del mar
están cada vez más hermosos y resistentes,
gracias a la paciencia para seleccionar ramitas.
Allá nos esperan los otros hermosos pastizales,
los otros extrañados bosques.
Y como todos los años, es el momento de emprender el vuelo,
sin nada más que cargar algo de agua para el viaje.
No se como será eso de cargar humanos recién nacidos
colgando de nuestros picos, atados a un pañuelo.
No creo que se pueda.
Me imagino que debe ser demasiado cansador.
Tal vez habría que probar.
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