lunes, 2 de septiembre de 2013
Y aquí va otro ataque más de esos que le agarran a uno, de acordarse de cosas buenas.
Otra de las de mi vieja querida.
Era la noche del 6 de Enero. Y el asunto, para todos, era esperar los regalos de los Reyes que iban a aparecer a la mañana siguiente.
Nosotros vivíamos en Plaza Lavalle, que en aquellos años estaba colmada de “mateos”, carros de paseo tirados por un caballo, fileteados con un hermoso estilo más que porteño. Y los caballos, en la espera, no podían más que cagar y mear en el lugar.
(Imaginate, Macri).
Así es que mi vieja, se ocupaba –sottovoce- de recoger algunas muestras de bosta.
La noche anterior ya habíamos preparado baldes de agua y algunos bollos de pasto para que bebieran y comieran los camellos de los Reyes. Pasó la noche y al despertar, para mi sorpresa, el living estaba colmado de regalos, de baldes vacíos, de algunos restos de pasto y de bosta, que sin duda era de los camellos.
Pero, en medio de los regalos, había pequeños trozos de carbón. Y mi vieja decía que esos eran mensajes de los Reyes por las cagadas que yo me había mandado, que ella no tenía nada que ver.
Como uno había hecho cagadas, resultaba razonable. Pero no importaba, porque había multitud de regalos. Ahora, si de golpe nos vamos a otro momento del año -Agosto, por ejemplo- el pequeño Nigger había cometido otra de sus cagadas y ahora estaba jugando con un trompo en el patio. Pero en eso, desde arriba, le caía un trozo de carbón. Susto total. Cagado de miedo le dice a su vieja: “Mirá, mamá, lo que me cayó desde arriba!”.
Y ella sólo dijo: "¿Viste? No jodas, negrito."
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
Siempre recuerdo esta anécdota. Creativa tu vieja, entristecer a Baltazar aporta al bracero!
Robi
Genio tu vieja!!!Ojalá a los garcas les lloviera carbon.
Publicar un comentario