domingo, 27 de octubre de 2013
¡ELECCIONES, DR. GÓMEZ! (Nigger - Témpera Mental - Ed. Sudamericana)
“¡Elecciones, elecciones, Dr. Gómez!” gritaba el valet alisando su chaleco a rayas mientras el Dr. Gómez daba vueltas en la enorme cama. Era el día del Teresio y estaba amaneciendo en Arrendina, aquel extraño país de arrabales melancólicos. El Dr. Gómez se levantó enfundado en su pijama de seda, se sacudió sudoroso y exclamó “¿Elecciones, Porkyns?” “Sí, creo que de candidatos, doctor”, respondió el valet. “¿Candidatos a qué, Porkyns? “Creo que de candidatos a candidatos, doctor”. El Dr. Gómez sabía que algo nuevo iba a suceder aquél día del Teresio. Mientras se duchaba y refregaba jabón por sus pliegues pensaba “¿Qué pasará esta vez?”. El sabía lo que era eso que llaman proselitismo porque había trabajado toda su vida como cirujano esteticista arreglando candidatos para partidos políticos. Ahora, ya retirado, se dedicaba a pasar los últimos años de su vida en su mansión de la elegante zona de Oligos, con quien lo acompañó durante tantos años, su valet Porkyns. Bajo la ducha todavía, el Dr. Gómez comenzó a recordar a algunos de esos personajes de la política que había tenido en sus manos. Más de uno había sido cortado y vuelto a coser y hasta hubo a quien se le extirpó una joroba. Todos terminaban luciendo el colmo de agradables, desprovistos de verrugas, granos y hasta de funciones inadecuadas como defecar, orinar o exudar mucosidades por la nariz. -¡Cuántos recuerdos!- pensaba el Dr. Gómez mientras se secaba la zona varicocélica. Porkyns esperaba impertérrito con algunas ropas colgando en sus brazos. -¿Qué tal si celebramos el día del Teresio como corresponde, Porkyns, y después de votar almorzamos algo de vaca?- Ya vestido, el Dr. Gómez tomó su perinola de votar, Porkyns tomó la suya, y salieron rumbo a la mesa electoral que les correspondía. Conducida por Porkyns, la aerodinámica voiture avanzaba silenciosamente por las hermosísimas costaneras de Buen Carbono, la capital de Arrendina, con el Dr. Gómez arrellanado en el asiento posterior. Ya llegando a la mesa electoral de un colegio de la orden de las Rositas, Gómez le espetó a Porkyns :“¡Aquí vamos a hacerla bien corta, Porkyns, me muero de hambre!”. Una turba de religiosas le dio una acalorada bienvenida, lo acompañaron hasta el cuarto de votar prodigándole mil y una galanterías a este viejo personaje que también tenía su historia en el rubro religioso. Una vez dentro del cuarto, el Dr. Gómez observó la negra mesa redonda circundada por las fotos de todos los candidatos, tomó su perinola de votar y la hizo girar en el centro. Después de un par de giros, fue chupada velozmente por la foto de uno de estos señores, se encendió la luz de Tilt y así Gómez aliviado y secándose con las toallitas que para tal fin había en toda mesa electoral, salió. Y con una palmada en la espalda lo invitó a pasar a Porkyns. El Dr. Gómez esperó un buen rato charlando a diente descubierto con algunas religiosas, firmando autógrafos a muchos votantes que lo habían reconocido. Al rato salió Porkyns y en medio de vivas y aplausos se encaminaron a la salida y abordaron la voiture. Porkyns metió pata hasta Oligos, donde los esperaban unos buenos trozos de carne para ser preparados deliciosamente como siempre lo hacía el noble valet. El Dr. Gómez se quitó la ropa y envuelto en su elegante robe de chambre se puso a buscar algo de música, sosteniendo en una mano un vaso con finísimo bourbon de Dallas. Con el majestuoso fondo de Wagner fue hasta la cocina, donde Porkyns manipulaba carne y especias. Apoyado en el marco de la puerta y haciendo tintinear el vaso lo observó sonriendo en silencio, hasta que a boca de jarro le preguntó “¿Por quién votaste, Porkyns?”. Porkyns tardó algo en darse vuelta y luego le respondió “el voto es secreto, Dr. Gómez” mientras de uno de sus ojos brotaban lágrimas producidas por la cebolla. El ojo que había pertenecido a un viejo político, y que ahora formaba parte de los requechos con los que estaba armado Porkyns, el silencioso valet.
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