lunes, 23 de febrero de 2015
Creo que el antiguo, familiar odio, es sólo una aversión, una tirria como la que se le tiene a las cucarachas, o como la que se le tuvo al olfa del grado. ¿Quien nunca odió? ¿Quien no odia? ¿Quien está a salvo de odiar? No creo que en este momento esté bueno disimular. Que ahora disimulen los cobardes, conchisumá!
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