Ayer, pispeando por la tele, me detuve en uno de esos programas donde varios invitados hablan y beben champagne sentados en cómodos sillones, y llegué a la conclusión de que el descerebramiento ya había hecho metástasis, o que -en el mejor de los casos- el querido Terry Gilliam estaba haciendo de las suyas con sus amigos en un canal de nuestra televisión. ¡C◎ᾔ¢нїSυღá, PijïSupá Pϴrá!
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