domingo, 29 de agosto de 2010
YO, CERDO - HF
Nacimos para ser comidos, nosotros, los puercos,
los que descendemos de aquel antiguo, bravo jabalí,
a los que a nuestra hembra llaman la marrana,
a los que siendo jóvenes nos llaman lechones.
Y aunque algunos chanchos privilegiados
se deleiten saboreando deliciosas bellotas,
la mayoría de nosotros nos alimentamos con residuos del hombre.
Probablemente todo empezó cuando en tiempos lejanos y salvajes
nos habremos acercado a comer
los desperdicios de los primeros agricultores
y éstos terminaron por domesticarnos,
de la misma forma en que ellos
fueron domesticados tiempo después.
Y sabemos que también hubo una época mágica,
cuando se nos sacrificaba,
se nos ofrecía a los dioses,
y a los más apetitosos se nos engullía.
Esta última, costumbre inalterable.
Gripe va, gripe viene, al parecer seguimos siendo
el alimento más preciado en todo el mundo,
y tal vez, orgullosamente,
nuestra carne sea realmente la más sabrosa,
aunque el tan mentado pollo,
esa pretenciosa, inútil ave de corral,
siga queriéndose hacer pasar por el favorito.
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