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miércoles, 13 de julio de 2011

ELECCIONES (Un día en la vida del Dr. Durán Beard) - H. Fontova



–¡Elecciones, elecciones, Dr. Durán Beard! –gritaba el valet, alisando su chaleco a rayas mientras el doctor daba vueltas en la enorme cama. Era el día del Teresio y estaba amaneciendo en Santa María de los Buenos Targets, aquella extraña ciudad de arrabales melancólicos.
El ecuatoriano Dr. Durán Beard se levantó enfundado en su pijama de seda, se sacudió sudoroso y mientras se duchaba y refregaba jabón por sus pliegues pensó ufano: “Bien, bien, completito el candidato...”
Durán Beard sabía que lo suyo iba a triunfar en los comicios aquel día del Teresio. El sabía lo que era eso que llaman proselitismo porque había trabajado toda su vida armando candidatos para partidos políticos, y ahora se dedicó al armado de uno nuevo desde una mansión de la elegante zona de San Insidio, junto a quien siempre lo acompañó, su valet Porkyns.
Bajo la ducha todavía, comenzó a recordar a algunos de esos personajes de la política que había tenido en sus manos. Más de uno había sido cortado y vuelto a coser, y hasta hubo a quien se le extirpó una joroba. Todos terminaban luciendo el colmo de agradables para el gran público, desprovistos de verrugas, de granos y hasta de funciones inadecuadas como defecar, orinar o exudar mucosidades por la nariz. Y siempre ojos claros, transparentes.
Recordó a uno, Cogumelli, que terminó protagonizando un escándalo mayúsculo en plena campaña.
A este Cogumelli, Durán Beard lo fue transformando de a poco en un curioso androide a medida que iban llegando los nuevos modelos de candidatos sugeridos desde el Norte. Recordaba cuánto trabajo le había llevado este fenómeno.
Ocurrió que en cierta ocasión se le colaron algunas neuronas de un brasileño en el cerebro de Cogumelli, producto del cansancio. Esto hizo que en medio de uno de los discursos finales de su campaña Cogumelli se pusiera a cantar y bailar desaforadamente: ''¡E vocé aí, me da um dinheiro aí, me da um dinheiro aí!'', hasta tener que sacarlo del palco babeando enloquecido en medio del estupor de sus partidarios.
Por supuesto, volvió a manos de Durán Beard, quien lo desarmó, conservó las partes utilizables y el resto fue a parar a una fábrica de salchichas subsidiaria de uno de los grandes medios hegemónicos que solventaba la fabricación de estos personajes.
–¡Cuántos recuerdos! –pensaba el doctor, mientras secaba su zona varicocélica. Porkyns esperaba impertérrito con algunas ropas colgando en sus brazos.
–¿Qué tal si celebramos el día del Teresio como corresponde, eh Porkyns, y después de votar almorzamos algo de vaca?
Ya vestido, Durán Beard tomó su perinola de votar, Porkyns tomó la suya, y salieron rumbo a la mesa electoral que les correspondía.
La zona de San Insidio estaba más tranquila que de costumbre ese día en que en Arrendina se adoraban imágenes del antiguo Teresio, muchas de ellas de humilde plástico marrón. Otras, como la que ostentaba el doctor, de ébano reluciente.
Conducida por Porkyns, la aerodinámica “voiture” avanzaba silenciosamente por las hermosísimas costaneras de Santa María de los Buenos Targets, la capital de Arrendina, con el doctor arrellanado en el asiento posterior.
Ya llegando a la mesa electoral de un colegio de la orden de las Rositas, Durán Beard le espetó a Porkyns de mal humor:
–¡Aquí vamos a hacerla bien corta, Porkyns, me muero de hambre!
Una turba de religiosas le dio una acalorada bienvenida, lo acompañaron hasta el cuarto de votar prodigándole mil y una galanterías a este personaje que también tenía su historia en el rubro religioso.
Una vez dentro del cuarto, Durán Beard observó la negra mesa redonda circundada por las fotos de todos los candidatos, tomó su perinola y la hizo girar en el centro. Luego de un par de giros, y como ya había sido programado, la perinola fue chupada velozmente por la foto del actual androide armado por el doctor, se encendió la luz de “Tilt” y así, aliviado y secándose con las toallitas que para tal fin había en toda mesa electoral, salió y con una palmada en la espalda lo invitó a pasar a Porkyns.
Durán Beard esperó un buen rato charlando a diente descubierto con algunas religiosas, con su acento ecuatoriano y firmando autógrafos a muchos votantes que lo habían reconocido. Al rato salió Porkyns y en medio de vivas y aplausos se encaminaron a la salida y abordaron la voiture. Porkyns metió pata hasta San Insidio, donde los esperaban unos buenos trozos de carne para ser preparados deliciosamente como siempre lo hacía el noble valet.
El doctor se quitó la ropa y envuelto en su elegante robe de chambre se puso a buscar algo de música, sosteniendo en una mano un vaso con finísimo “bourbon” de Dallas.
Con el majestuoso fondo de Wagner fue hasta la cocina, donde Porkyns manipulaba carne y especias.
Apoyado en el marco de la puerta y haciendo tintinear el vaso, lo observó sonriendo en silencio, hasta que a boca de jarro le preguntó:
–''¿Por quién has votado, Porkyns?''
Porkyns tardó algo en darse vuelta y luego, tieso, le respondió: “El voto es secreto, doctor”, mientras de uno de sus ojos brotaban lágrimas producidas por la cebolla.
El ojo que había pertenecido a otro se sus candidatos androides, y que ahora formaba parte de los requechos con los que estaba armado Porkyns, el silencioso valet.

2 comentarios:

lobo rojo solitario dijo...

excelente relato Nigger y tratando de predecir el futuro te dejo esta reflex
ANTROPOLOGIA dentro de doscientos años los científicos se preguntarán si MM FUE EL CHIROLITA DE DURAN BARBA O LA MUÑECA INFLABLE DE MAÑETO

Eva Row dijo...

Las actuales circunstancias pronto pueden verse exacerbadas si gana el payaso de Del Sel como gobernador de Santa Fé, habiéndose inspirado aquél pueblo noble en aqueste pueblo descripto por Fito Páez. Oj-Alá que no, pero, si somos capaces de tomar esta realidad infame y elaborar un texto como el tuyo Negro, nada puede destruirnos.
¡Cómo lo disfruté! Lástima que no vive Buñuel para filmar este guión de cine.
PD: Puta casualidad Negro, la palabra que tengo que escribir para enviar el comentario es "facists". Esto sí que es conjura del diablo.