El Dr. Lanata apaga su cigarrillo antes de ingresar a mis aposentos. Sabe que no acepto que se fume delante de mí y que, cuando me dirijo a mis pertenencias, la única rebeldía que les tolero es que cada tanto levanten la cabeza para contemplarme. Se arrodilla ante mi presencia y aprovecho para palmearle la cabeza, como clara demostración de mi humanidad y como muestra de comprensión ante el difícil momento que atraviesa (ha sido atacado por la maquinaria goebbeliana de la diktadura y por algunos de sus esbirros, como el polémico Sietecase). Ordeno a mi ejército de asistentes que le sirvan un plato con croquetas de alimento balanceado para periodistas independientes y empiezo a interrogarlo de manera brillante.
-Gracias a mi reconocida inteligencia y ponderado buen tino usted se ha convertido en el comunicador más respetado por quienes, desde mis posesiones, defienden a rajatabla el periodismo independiente. Incluso, usted ha logrado que un lúcido republicano como el Dr. Fernando Bravo se conmoviese hasta las lágrimas. ¿Es consciente de que este resurgir de su zigzagueante carrera me lo debe a mí?
-Sí, Su Majestad.
- Usted tiene manchas en su pasado difíciles de limpiar, pero si continúa defendiendo una de mis posesiones principales, como la libertad de opinión, tal vez yo me digne a concederle un indulto. ¿Comprendido?
-Sí, Su Majestad.
- Para eso debe mantener la lucha contra la diktadora y seguir exigiéndole que responda los duros cuestionamientos del periodismo que me pertenece. ¿Quiere preguntarme algo?
-No, Su Majestad
-Retírese, entonces, pues ya debo sintonizar la emisión radiofónica con la columna del Dr. Eliaschev.
-Sí, Su Majestad.
Mientras el Dr. Lanata se empieza a alejar, le ordeno a mis custodios que no lo lastimen –muchos todavía recuerdan cuando, hasta hace muy poco, el voluminoso y voluble periodista atacaba a mi diario y a mi imperio. A su vez, le arrojo una pequeña pelotita de goma: se abalanza sobre ella y me la trae en su boca. Así vuelvo a confirmar, por si hiciera falta, que estoy frente a un periodista de raza. Un periodista fiel. Noble. Que no duda en expresar su rabia frente al muy alto totalitarismo ambiente. El Dr. Lanata es, definitivamente, el mejor amigo del CEO.
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2 comentarios:
Me saco el saco y me pongo el pongo!!!! Y ya que toy el sombrero!!
Mencantó. Ya fui de parte suya a saludar al culpable.
Un abrazo, Negrazón
JORGE SANATA DE PPT PERIODISMO PARA TONTOS:DONDE TE GUARDASTE LAS CONVICCIONES Y LAS DENUNCIAS AL MONOPOLIO CLARIN AHORA QUE TRABAJAS PARA ELLOS?? SOS UN MERCENARIO INDIGNO. DAS ASCO Y VERGUENZA... Y PENA.
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