viernes, 29 de julio de 2011
DOS RECUERDOS DE VIAJES - HF
Tengo muchos recuerdos de viajes,
pero hay dos que recurren a mi memoria infatigablemente.
Uno data de Sukh, una hermosa playa de las costas de Filipinas.
Entre los numerosos viajeros de diferentes países
con quienes me crucé en ese hermosísimo paraje
se destacaba Kozami, un surfer japonés
con quien tuve una molesta seguidilla de duelos de bar y cerveza
en un mutuo y mal chapuceado inglés.
Confieso que mi pronunciación, de puro Instituto Cambridge,
era brillante al lado de la de ese idiota.
Simples discusiones entre dos que no se caían bien.
Lo que aquella noche me colmó la paciencia
fue la insistencia de este monigote
en querer convencerme repetidamente y a los gritos
de que el arroz era el origen de toda la vida.
Yo no estaba dispuesto a discutir semejante tontería,
pero un súbito e inesperado incremento de adrenalina en mi cuerpo
hizo que la botella que agarraba del cuello con mi mano derecha
fuera a parar a toda velocidad a la boca llena de prominentes dientes
del desagradable japonés. Todo terminó muy mal.
Yo como el argentino patotero desubicado
y el oriental como la pobre víctima.
Pero a pesar de su insistente recurrencia,
este recuerdo no puede empañar ni en un ápice
todo lo que quedó en mi memoria de Sukh, aquél hermoso lugar.
Otro souvenir me viene de un asado
en el campo de mi amigo Javier Diment, en General Rodríguez.
Allí nuevamente mi energía no fue compatible con la de otro.
En este caso con la del capataz de la estancia, don Ramón.
El vino, la carne y las achuras, aunque más que nada el vino
y su tendencia al desborde, hicieron que una repentina discusión
entre este señor y yo subiera de tono.
La insistencia de don Ramón era querer convencerme
a grito pelado de que había vacas enamoradas de el.
Y no sólo eso, sino de que ellas también hablaban nuestro idioma.
El ridículo intento de este hombre, duró, por supuesto,
hasta el botellazo que recibió en la boca,
obra nuevamente de mi mano derecha.
Pero porqué me vuelven tanto estos dos recuerdos, lo desconozco.
Aunque muchas veces sospecho que esos botellazos
fueron propinados por mí
al no haber podido hacer que mi desmedida soberbia
aceptara que tanto el gaucho como el japonés
estaban en lo cierto.
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2 comentarios:
Arte, arte, arte, belleza de palabras, haciéndonos partícipes, protagonistas y observadores, de grandes historias, encontradas en pequeños lugares.
Gracias, otra vez, querido Negro
Que maravillosa publicación, unas hermosas palabras, fue un gusto visitare.
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