El festejo de Jálogüin en Villa San Juan siempre é muy lindo. Lo niño desde el lune anterior se sientan con sus madre o con sus amigito a preparar lo disfrace, y salen entre vario -con la emosión a flor de piel vamoaecí- a la verdulería del Gorra Nadiozzi a helegir cuidadosamente la calabasa que van a calá pacer esa máscara tan caraterística. Despué juntan las monedita que jueron haorrando durante el año, y van al Arcor de la 9 de Julio a elegí lo caramelito y otras golocina que forman parte de las pícara complisidade del Jálogüin. Cuando finalmente llega el vierne, en el barrio se respira la ansiedá de los gurise, que no ven la ora de vestir lo satuendo que prepararon y de usar la tenebrosa (ji ji ji) calabasa adactada a la circuntansia. Llega la noche y ello ganan la caye, con sus vestimenta tan colorida y llamatiba, sus risita aselerada, el sonido -como un cantito de pájaro noturno- de los caramelito fregándose en los bolsiyo, lo saltito de la euforia infantil incontenible, y el corito angelical que dise "¡Ja-lo-güín, Ja-lo-güín, Ja-lo-güín!", y vemo incluso alguno de los pibito con banderita estadunidense pa darle má color globaliento a la festejasión. Entonse las puerta de los hogare se abren toda al mismo tiempo, má o meno a eso de las die y media, y aí salimo lo sadulto del barrio y le recagamo bien recagado el tongo a lo pendejo de mierda, pa que aprendan a no ser tan pelotudo. Despué, mientra el llanterío pueril se repliega asia las casa, no juntamo todo en la Amegino y la 14, tomamo un Tala, cantamo Luserito del Alba, sapucaiseamo todo el cielo como una espesie de ecsorsismo antimperialista, y no vamo a pegarle una flor de empomada nasional a la patrona. Vamo aí!!!