lunes, 18 de noviembre de 2013
¿Semana del nazismo? ¡De qué animal a qué espectacular! por el padre Eduardo de la Serna
Nuestro lenguaje cotidiano, apasionado y latino, suele ser poco propenso a las precisiones y a los análisis mesurados. Esto tiene enormes riquezas, por cierto, y también limitaciones. Decir que alguien es “una bestia” (o chacal, o demás metáforas animales) corre el riesgo de olvidar que tal sujeto ¡es una persona! Afirmar de un criminal y genocida que es un animal, ofende a los animales, y le quita responsabilidad al sujeto. Sin dudas es alguien que deshonra la especie humana, pero es humano. Inhumanamente humano. Recuerdo algunas voces molestas con la película “La Caída” porque mostraba un cierto aspecto humano de Adolf Hitler. ¡Pero si era humano! Seguramente –imagino- sería cariñoso con su perro, sería afectivo con Eva Braun y hasta quizás fuera un tío simpático para sus sobrinos. Precisamente por esto –porque era capaz de humanidad- lo suyo fue cruel, genocida, asesino. Si fuera una “bestia”, sería incapaz de razonar sobre sus actos ni comprendería la criminalidad de sus acciones. Sería inimputable. ¡Y no lo fue! En este sentido, creo, reconocer alguna obra buena, algún mérito en un personaje perverso de la historia, no creo que eso implique reconocerlo a él como valioso. “No todas las obras del pecador son pecado” decía el viejo Tomás de Aquino. Claro que en determinados personajes es muy difícil encontrar esas tales buenas obras, al menos en lo que respecta a la humanidad. En ese mismo sentido, afirmar que algo o alguien es “espectacular” sin duda puede entenderse de modo ambiguo. La palabra remite a espectáculo, y hay diferentes tipos de espectáculo. Hay buenos y malos espectáculos, como el último recital de Justin Bieber. Pero así como afirmaciones metafóricas animales ofenden a los animales, algunas lecturas o reinterpretaciones de dichos, ofenden nuestra inteligencia. Jaime Durán Barba puede decir que en su país el adjetivo “espectacular” se usa en el sentido de la Real Academia, pero basta con escuchar su audio para saber que su contraste de Hitler con Hugo Chávez fue para afirmar que éste era nefasto “pero” aquel era espectacular. Y no se refería a los espectáculos masivos de las juventudes hitlerianas, precisamente, o a la precisión de un desfile militar sincronizado. Que Maurizio Macri afirme que el tema está terminado resulta bastante curioso. Nadie hace ni dice nada en el gobierno de la Ciudad sin el visto bueno de Durán Barba, por lo que pareciera que él mismo es el que ha decidido eso. Él habla diciendo una frase que revela su ideología perversa, y él luego dice lo que los funcionarios deben decir acerca de eso. Resulta extraño a la hora del análisis (aunque hemos de reconocer que las palabras de Maurizio no suelen dar elementos para el análisis). Y con curiosas repercusiones, además: Massa diciendo como siempre palabras fáciles y gratas a oídos light: “lo echaría en seguida”, fácil de decir e incomprobable a su vez; el rabino Bergman haciendo uno más de los papelones verbales a los que ya nos ha habituado, y Gabriela Michetti no dijo nada, que sepamos. Seamos claros, lo que dijo, lo dijo; hizo un elogio de Hitler y lo complementó con otro a Stalin. Le faltó hablar de lo angelical de Robledo Puch y lo familiar del odontólogo Barreda o hasta proponer a Alfredo Astiz como ciudadano honorario de la ciudad para mostrar la reconciliación en marcha. Y en ese contexto, en lo que pareció una suerte de “semana del nazismo”, un grupúsculo en la Catedral interrumpió una oración interreligiosa entre católico-romanos y judíos en conmemoración de la “noche de los cristales rotos”. Hijos espirituales del deportado obispo lefevrista que negó el Holocausto, entusiastas defensores de aquella oración litúrgica donde se rezaba por la conversión de los “pérfidos judíos”, nos recordaron a todos que Durán Barba no está solo (a menos que fuera una estrategia suya para que Mauri apareciera repudiando el hecho y se despegara de esa mancha, y sólo le quede ser defensor de la dictadura, neoliberal, menemista, contrabandista, escuchador ilegal, golpeador de pobres e indigentes o algunas de esas cosas que la gente maligna le endilga a uno que simplemente “lee y escribe con dificultad”). Lo cierto es que están vivos. No son bestias y menos aún espectaculares. Son personas peligrosas que están por ahí, que en algún momento pueden reaparecer, y que Francia, Noruega, Grecia, España y otros países víctimas de los efectos de los modelos massamacristas nos muestran que pueden crecer. La tolerancia, el respeto a la diversidad, la integración, la fraternidad y sororidad parecen ser la vacuna. ¡Y vamos por más!
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