Cualquiera sabe que lo que es muy caro no es saludable,
porque padecer del engaño de lo costoso
hasta ocasiona repentinos movimientos convulsivos.
Precisamente de eso padecía en forma crónica
un olvidado rey español,
a causa de ufanarse continuamente
de las costosísimas cabezas de antílopes africanos
de cuernos anillados que colgaban
de las paredes de su despacho,
un lujo que más que ensalzar las cualidades en vida
de los hermosos animales ya momificados,
hablaba solamente del alto precio
de semejantes objetos de colección.
Inútiles costumbres de los ostentosos
Inútiles costumbres de los ostentosos
que hablan sólo en primera persona,
que ni siquiera le hacen un mínimo honor
al recordado, hermoso Narciso.
Los codiciosos, los que jamás dejarán insistentemente
de hacer gala de ser los exclusivos poseedores de algo único.
Sólo para desestimar a todo lo que no pertenezca
a sus costosos, efímeros inventarios.
Ya en la historia de la humanidad
se han hecho infinidad de civilizados intentos
de hacer que, finalmente, este tipo de seres
comprendan que en la naturaleza
todo tiene exactamente la misma importancia,
el mismo valor. Pero siempre resultó infructuoso.
Tal vez haya llegado el momento
de recurrir a métodos más enérgicos de convencimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario