Los cuarentaycinco implacables
que muerden los talones.
Aprendí a ser feliz en la despedida
y a colgarme de su sonrisa.
Que fui eterna cuando se entregó
al amparo de mis brazos,
que fue eterna
cuando dejé descansar mi memoria
en sus ojos.
Que fueron testigos
los que nos vieron las risas
por las calles de Buenos Aires,
de noche,
Santiago por las tardes
y la
Isla Negra de los amaneceres.
Su predilección por las luces rojas
de los semáforos
y esa tozudez de mi parte
cien veces mostrando aquel edificio
desde la misma esquina resignada.
Y Los Versos del Capitán
que dejó en mi mesa
a modo de despedida.
Por eso la amé,
por que ya no regresará.
Y volveré a amarla,
en la próxima vez ,
que será la penúltima.
1 comentario:
El capitalismo es un sistema cruel e inhumano: da a cada cual según su esfuerzo y talento; es mucho mejor que lo decida un peronista.
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