Me puse a escribir otro
cuento, tratando de imaginar
a una gorda desnuda
desparramada sobre un gran sillón.
Le voy a poner clima
caluroso, así está sudando.
Y por eso se sacó la bata.
En un ropero puede haber
pelucas,
perchas cargadas de ropa con
mucho olor a viejo, a maní tostado.
Y una perrita pekinesa, tal
vez llamada Jessica.
¿Y que tal si meto ruido de
ascensor? Sí, se oye ruido de ascensor.
A esta gorda hay que ponerle
un lindo nombre,
por ahí podría llamarse…María
Luisa Termidor.
Y el ascensor, ¿qué va a
traer si no es un chabón?
Es un morocho, pinta de yuto
con anteojos negros,
sudoroso, reduro de merca y
abre la puerta del departamento
sin que se entere la gorda,
que está escuchando algo
con auriculares, jadeando a
punto de ahogarse del calor.
A ver… estábamos en que el
tipo abría la puerta con la nariz goteando
y... ¿que ve?...
Obvio, la ve a la gorda muerta sobre el sillón.
Obvio, la ve a la gorda muerta sobre el sillón.
Pero no, así el cuento se acabaría muy
pronto.
Entonces el tipo se mandaba al
dormitorio
y revolvía todo buscando algo.
La gorda es enfermera en un
sanatorio
y tiene una bocha de remedios
para revender.
Ahora se está comiendo una
pizza,
está encendido siempre el
televisor,
la perra ladra como loca y la
gorda empapada
le pregunta mirando para
todos lados “¿Qué pasa mi amor?”
Ahí aparece el morocho pensando
“¡que pedazo de jamón!”
y se le abalanza.
La gorda zafa por lo patinoso
del sudor
y mientras grita enloquecida
empieza a gatear hacia el pasillo,
pero el tipo corre hacia otro
lado. Entra al baño y se encierra.
Allí saca la bolsa de merca y
empieza a jalar sin parar,
desaforado, mal.
Al rato, jadeando agitadísimo,
pálido y chorreando,
la acorrala a la gorda contra
un rincón, la agarra del cuello
y mientras la perra le muerde
el pantalón
gruñendo como una chicharra,
súbitamente el tipo cae
redondo al piso, fulminado.
Ahí podría haber gritos que
vienen de afuera,
timbre a cagar y vecinos que
tiran la puerta abajo
y la encuentran a la gorda desnuda
en el piso
con el tipo tirado a su lado
y la perrita ladrando y moviendo la cola.
Alguno en musculosa le
pregunta “¡¿Pero qué pasó señora?!”
Y la gorda dice “No sé, el tipo entró
a robarme y de golpe se murió”
Y ahí terminaría la historia.
Pero es una porquería, voy a
escribir otra cosa.
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Pintura de Lucian Freud.
http://es.wikipedia.org/wiki/Lucian_Freud
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Pintura de Lucian Freud.
http://es.wikipedia.org/wiki/Lucian_Freud
4 comentarios:
Juazzz.
Y si escribís uno sobre Lilita, la ecuménica? No, no; va a ser más bizarro, es como mucho.
Ja,sí,la verdad cualquiera. Abrazo!
Menos mal que es una porquería.
La gorda era abogada chaqueña iniciada en la profesión por un interventor militar?
Ese olor a milico mata a cualquiera...
La perrita vive????
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